martes, 21 de octubre de 2008

Yo, lector

El gélido fuego de la salamandra

Juan Pablo Picazo

Para estosdìas

Es fácil creer en alguien que dice haberse quemado con el hielo, pero resulta mucho más difícil dar crédito a quien afirma haberse helado a causa del fuego. Al menos hasta que nos aclara que su testimonio tiene algo que ver con las mujeres, las benditas mujeres, de quienes se dice están de moda merced a los multiplicados estudios de género, a su prolongada lucha de emancipación, que las ha llevado de la esclavitud más ignominiosa a las más protuberantes cimas inventadas por los hombres para adularse mutuamente. Más aún, se dice que si bien ellos aún detentan casi toda clase de poder, son ellas quienes deciden por medio de la manipulación, y que, en fin, pronto gobernarán la tierra mejor de lo que los varones han hecho por lo menos en los últimos dos mil años.

Ya se verá. Mientras el péndulo se mueve, pues, apuntando hacia ese extremo –tanto o más terrible que el anterior, humanas al fin como sus congéneres-, miremos hacia el principio del siglo pasado, cuando en México, como en las principales capitales del mundo, las mujeres dieron principio a la difícil pero deleitosa tarea de tomar conciencia de sí mismas. Tomando como antecedente a Sor Juana Inés de la Cruz, a su modo liberada de las interdicciones sociales, las mujeres de fines del siglo XIX y principios del XX contaban con modelos de damas liberadas en las artes, las ciencias y otras actividades.

En este contexto en que los hombres y mujeres se dejaban asombrar por el principio de la hoy vertiginosa carrera tecnológica, representada entonces por los alumbrados públicos de gas y los primeros eléctricos, los ferrocarriles, el cinematógrafo en pañales, Efrén Rebolledo (1877-1929), uno de nuestros poetas mexicanos de carácter monumental por abrir nuestro país a las posibilidades de la poesía sicalíptica, fijó sus ojos en un tipo de mujer especialmente liberada hasta el extremo; aquella a la que ya de entonces solía llamársele mala mujer, vividora, vampiresa, incluso por las propias mujeres, o, como él la definió: la salamandra.

¿Qué es una salamandra? Coinciden todos mis diccionarios: Salamandra: Género de batracios urodelos, salamándridos, de cabeza grande y achatada y extremidades cortas […] Ser fantástico, espíritu elemental del fuego, según los cabalistas.

Las fuentes de Efrén Rebolledo son Plinio el viejo y Benvenuto Cellini, y se refieren a este ser fantástico que los cabalistas y los alquimistas reconocían como espíritu del fuego. Llamar entonces salamandras a cierto tipo de mujeres no es mera diatriba, sino el resumen de su teoría sobre estas damas que se ejercitan en despertar pasiones masculinas, alimentarlas para que del mero rubor evolucionen hacia la lumbre y luego atizarlas hasta que consuman al amante despojándolo de sus bienes, orgullos, estamento y dignidades, sin concedérseles jamás y llevándolos a veces hasta el suicidio.

El extinto poeta Luis Mario Schneider, quien estudiara la obra de Efrén Rebolledo, afirmó: “Para la zoología, la salamandra tiene peso, longitud y sexo definido; para la poesía, es majestuosamente un animal-poder-mito, engendrador de destrucciones, revestido de seductores artificios bizantinos […] Es mujer-síntesis, una astuta hembra hechizadora como Cleopatra, monstruosa como Medusa, dañina como Salomé e inviolablemente sensual como una hermafrodita. Vive entre las llamas que su amor despierta ya más fuego, más pasión, más se reviste de frialdad, más se acaparazona de hielo.

El autor de Caro victrix, Joyeles, y Rimas japonesas, entre otras obras prácticamente desconocidas, escribe, describe y transcribe en su novela Salamandra(Factoría ediciones, Colección La serpiente emplumada, no. 2 pp. 128México, segunda edición, 1999), a una subespecie femenina verdaderamente de temer analizada a través del caso de Elena Rivas, de quien dice al principio del libro: “Elena Rivas era coqueta, pero no con esa coquetería natural en todas las mujeres, que se gustan a sí mismas y se complacen en conquistar la admiración de los hombres./ Desencadenaba sobre sus perseguidores al ‘monstruo de los ojos verdes’ porque la deleitaba el espectáculo del sufrimiento…” Y ése es apenas el principio.

Para algunos críticos de nuestros tiempos, Salamandra no es tanto una novela como el boceto de una. ¿Por qué?, por su brevedad, por la muy sucinta manera de describir a los personajes y porque no se les define hasta el fondo, como hacían otros novelistas de la época, y porque otras piezas narrativas de Rebolledo son aún más elaboradas. Sin embargo, habría que apuntar en su descargo que se trata más de un trabajo ensayístico que narrativo o una de las primeras piezas en la historia de la literatura a la que se puede caracterizar como de género híbrido, tan de moda hoy.

De esta novela, su amigo y editor, el poeta Enrique González Martínez, escribió: “Hoy [Efrén Rebolledo] nos da una novela breve, con un desarrollo rápido que simula a una película cinematográfica. Diez escenas comprimidas como una pieza de Gran Guiñol, con un argumento pasional y dramático, y en cada escena una ‘pose’ de la protagonista, fría salamandra que pasa sin quemarse por entre las llamas del deseo.

Esta brevedad y el desarrollo cinematográfico del que González Martínez habla, fue toda una experimentación en la época, como casi toda la obra de Rebolledo, quien explora el erotismo fino en una nación de falsos y asustadizos santos, explora la métrica japonesa, la literatura nórdica, en fin. Lo que en Rebolledo es experimentación muy criticada a principios del siglo XX es, en el XXI, una técnica narrativa corriente que ha beneficiado mucho a gente como Anne Rice, Dan Brown y Stephen King, entre otros.

Añada usted a esto su propia experiencia de algún tan abrasador como imposible amor cuya destinataria (o destinatario, porque si bien Rebolledo fijó su mente en la mujer-salamandra, no es de dudar la existencia de hombres-salamandra) le haya mirado con desdén hiriéndole en lo más profundo y poniéndole en peligro de perderse, y tendrá una lectura vital, aleccionadora y, como a Benvenuto Cellini le golpeó el día que vieron a la salamandra jugueteando sin arder en las brasas de la chimenea, usted no olvidará jamás cómo es la salamandra. Así podrá guardarse y guardar a otros de sus peligros.

Efrén Rebolledo es una excelente oferta de lectura, acérquese a su obra, que además puede encontrarse en buenas versiones en la red, no se arrepentirá. (Comentarios y sugerencias: juanpablo.picazo@gmail.com)

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