miércoles, 22 de julio de 2009

La vida en el envés

La niña vieja (III)

Por Saulo Tertius

Examino a Doménica de Alcázar, bebe su café como si se moviese bajo el agua de la hipnosis. Toma la taza con las dos manos. ¿Será posible que esa pequeña mujer haya vivido tan fantástica historia? Conozco casi todas las puertas y no soy el único que las ha cruzado. En el orbe que avista todavía mi ojo derecho, Lobo Zacppai aúlla desesperado y rabioso durante horas.

San Manatí es un santuario de los transterrados, una insalubre aldea urbana llena de seres que cruzan a menudo las puertas del aire sin que los naturales apenas lo noten. Pero ni siquiera Cihuanicté, la más experimentada entre los viajeros que conozco, me ha hablado de ese hombre-bestia-sombra que en mi diestra ocular termina huyendo a las profundidades del bosque a medida que la claridad de un nuevo día avanza.

La voz de la niña vieja me devuelve al momento. Algo ha preguntado, pero mi mente estaba perdida. Insiste: — ¿Puedo pedir algo de comer? No sé en qué momento Georgia ha aparecido con su libreta electrónica en mano ofreciendo algo más, como es costumbre en el Woq’s. Recupero el enfoque total sobre el hoy y afirmo con la cabeza, Doménica señala dos mesas donde un grupo disímil de niños exhaustos aguarda.

— Ahora todo está bien. No cuando llegamos al mundo-bosque donde los árboles hablan. Si, Saulo ben José, las voces de que te hablaba venían de los árboles, lo supe más tarde, era en esos cuerpos vegetales donde los fantasmas de los niños devorados por Lobo Zacppai se refugiaban, pues era capaz de masticarlos también en alma y no dejar ni siquiera eso.

Al principio Enzo y yo nos guardamos en el espeso islote del lago suponiendo que Lobo Zacppai jamás podría atravesar las aguas y atacarnos. Las voces de los árboles niños nos habían dicho que de día era seguro buscar leña y alimentos y que debíamos guardarnos antes del anochecer, nos instruyeron que nos abstuviéramos de buscar las puertas porque en ese mundo eran seres errantes que no obedecían ley alguna. Y así lo hicimos hasta cumplidas siete jornadas.


La madrugada que anunciaba el octavo día de nuestro arribo a ese mundo de pesadilla, Lobo Zacppai apareció en nuestro precario campamento y me arrebató a mi hermano llevándoselo a toda prisa. No pude hacer nada…

Sus ojos se llenan de agua salada, la mitad de mí logra ver a la sombra-bestia reptar dentro del campamento y atenazar con sus fauces la cabeza del pequeño durmiente y precipitarse con él hasta un tronco que le ha servido de puente en la laguna. Veo a Doménica levantarse con una rama afilada en las manos y a Lobo Zacppai correr a toda prisa llevando al niño en el hocico, alrededor suyo suenan atronadores los coléricos y desgarrados gritos de la chica, quien corre tras él infructuosa carrera tratando de salvar a su hermano.

Ella deja de hablar. Hace ya muchos años de eso y no dejará de dolerle nunca. Más cuando en aquél mundo el tiempo se mueve con singular lentitud. La miro postrada en un llanto que no admite reposo, ni refugio, ni consuelo. Ha de llorar hasta secarse completa, así lo quiere, porque cuando se levante, no habrá poder que salve al hombre-lobo del bosque umbrío.

Me llegan de golpe los años de persecución que protagonizó haciendo huir al hombre-sombra que mató a su hermano. Los inagotables meses de recoger niños asustados y perdidos fundando una organizada comunidad de cazadores, recolectores, sembradores y criadores que se enseñaban los unos a los otros lo poco que sabían. La observo volverse cada vez más retraída y esquiva, casi un espíritu tutelar de aquella civilización menuda que mezcla sus lenguas, que obedece leyes de supervivencia y que nunca cuestiona la voluntad de la niña vieja.

Algo de mí se mueve en sus recuerdos; la veo atravesando a Lobo Zacppai con su lanza sin poder arrancarle el aliento y escucho los aullidos que aterrorizaron durante día y noche a los seres vivientes del mundo de bosques. El temor respetuoso que la sombra-bestia comenzó a sentir desde entonces por la niña que sospechó presa fácil.

No me lo cuenta, pero una vez la puerta de San Manatí vino a ellos en el campamento e ingresó a nuestro territorio por donde sienta sus reales el Clan de los Manglares. Me observa, sabe que mi ojo ciego la absorbe, le enjuga los llantos, le socava los secretos, le exprime los miedos y demanda su historia completa. Cierra sus ojos y se deja fluir con plena quietud. Sé que las brujas la han puesto en mi sendero y las veo pintadas de guerra. Ellas lo conocen de antaño, Lobo Zacppai tiene su historia y no se contará esta vez. Ha desolado un par de mundos, el de los bosques perpetuos es el tercero y esta noche, con la puerta abierta, tratará seguro de entrar en San Manatí. Dice la voz de la niña vieja:

— Ahora mismo, ellas le dan cacería sin tregua.

Las veo, se mueven como silenciosas sombras en el cielo y la tierra. Los árboles niños callan. Lobo Zacppai ha despertado, al brillo de su dentadura responde el brillo de los finos rejones que portan las brujas.

lunes, 20 de julio de 2009

Riesgo de retroceso en Morelos al derecho de acceso a la información

(Con el nuevo escenario derivado de la última elección, esta amenaza está, según el decir de varios expertos, conjurada; no obstante, es posible que aún pueda concretarse en la nueva Legislatura local y como sea, marca una tendencia todavía visible.)

A cinco años de su creación, el Instituto Morelense de Información Pública y Estadística enfrenta aún prácticas de resistencia por parte de algunas instituciones como ayuntamientos y entidades paramunicipales. Si bien cuenta ahora con la buena disposición del Poder Ejecutivo local, los poderes Legislativo y Judicial buscan aún mermar sus facultades con la suspensión de sus resoluciones y una propuesta reforma a la ley que les quitaría definitividad.

Por Juan Pablo Picazo
Para Zócalo

Tanto el ejercicio del derecho de acceso a la información pública como el desarrollo de una cultura de la transparencia se encuentran en grave riesgo de retroceso debido a prácticas de resistencia como la reforma a la Ley de Información Pública, Estadística y Protección de Datos Personales del estado de Morelos que impulsa el Congreso local, reconoció Eleael Acevedo Velázquez, consejero presidente del Instituto Morelense de la Información Pública y Estadística (IMIPE).

Dijo que en el país los institutos de transparencia han observado cada vez de modo más recurrente que los actores del poder político han caído en la tentación de manipular los procesos legislativos a efecto de retardar o evitar la incidencia que sobre ellos tienen la transparencia y la rendición de cuentas. No obstante, señaló que Morelos ha tenido una de las mejores leyes del país en la materia por lo que han servido de modelo a las de otras entidades y que el IMIPE reúne todas las características dispuestas en el nuevo Artículo sexto constitucional, ir en contra de ellas, es ir en contra de la Constitución, señaló.

En entrevista con Zócalo después de la presentación del quinto informe de actividades de ese órgano autónomo en el marco del seminario Retrospectiva del derecho a saber en Morelos realizado los días 14 y 15 de mayo, Acevedo Velázquez explicó que dicho proyecto pretende quitar la definitividad a las resoluciones del IMIPE y facultar al Tribunal de lo Contencioso Administrativo (TCA) para impugnarlas a petición de los sujetos obligados por la ley.

Expuso que las regresiones legislativas pueden frenar el avance conseguido a través de la socialización del derecho de acceso. En el caso del estado de Morelos, la iniciativa del Legislativo de dilatar los procesos de solicitud de información conduciría a la decepción colectiva y a una seria crisis de credibilidad en la transparencia de las instituciones, por lo que recordó que “el rescate de la confianza ciudadana en el ejercicio de su derecho, puede tardar mucho tiempo.”

En torno a la suspensión de una de sus resoluciones por parte del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) explicó que la controversia constitucional interpuesta por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) no procede debido a que el IMIPE no invade las competencias de dicha institución, sino que actúa sólo como garante del derecho de acceso a la información pública, por lo que dicha acción es violatoria del Artículo sexto constitucional.

Dicha institución educativa se rehusó a revelar el nombre de la persona a quien acredita el certificado de preparatoria número 534 y para ello interpuso ante el TSJ un recurso de controversia constitucional, no obstante que el 29 de abril de 2008 había aceptado su carácter apócrifo mediante un oficio firmado por el entonces del jefe del Departamento de Certificación de la Dirección de Servicios Escolares de la UAEM, Gabriel Cipriano Albarrán García, quien afirmó: "El certificado completo de bachillerato en la especialidad de Económico-Administrativo-Contable y Ciencias Sociales, expedido a favor del C. González Baza J. Lorenzo, carece de Validez Oficial, debido a que no se encontró registro alguno de su ingreso a la Máxima Casa de Estudios, además de que el registro en libros y número de folio del certificado en comento corresponden al C. González Baza Ausencio".

Para el consejero presidente del IMIPE es claro que el TSJ se equivoca en el asunto y por ello interpondrá los recursos necesarios para restaurar el orden en materia de transparencia de acuerdo con lo dispuesto en la Constitución Política; más aún, estima que el fallo a favor de la UAEM es una suerte de venganza contra el órgano garante morelense.

La lejana cultura de la transparencia

La sociedad mexicana aún está lejos de poseer una cultura de la transparencia, afirma, pues ello requiere de que el derecho de acceso permee en ella como un valor de la democracia, por lo que es obligación de los órganos garantes como el IMIPE, cuidar que los procesos de solicitud culminen en experiencias venturosas en que no sólo se reciba la información, sino que esto se haga de modo expedito. Acevedo Velázquez se pregunta: “¿Qué pasa si el proceso tarda dos años o más debido a esas reformas? Vendrá esa decepción, los ciudadanos se sentirán defraudados.”

Explica Eleael Acevedo que los avances en el cumplimiento de la ley de acceso por parte de las entidades públicas, obedece a que sus titulares han observado los resultados de no acatarla y han decidido asumir la obligación como algo inevitable; sin embargo, la transparencia aún no permea en ellos como un valor democrático.

Aunque parezca a algunos un pobre avance, asumir la obligatoriedad de la ley ya lo es hacia la distante meta de la cultura de la transparencia, pues gracias a ello los sujetos obligados se resisten mucho menos. Algunos incluso debieron aprenderlo sólo después del largo proceso de juridificar el derecho de acceso, como en el caso del TSJ, que al final perdió dicho proceso, su experiencia sirvió mucho para que el resto de los sujetos obligados fuera menos renuente.

Un caso en que el cumplimiento va más allá de la obligatoriedad es el del Poder Ejecutivo, pues la actual administración ha consentido en la publicación de las nóminas completas, la lista de comisionados del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) que cobran, e incluso las cédulas profesionales de sus funcionarios, lo que ha derivado en el conocimiento de que algunos funcionarios públicos tienen títulos falsos.

Pero no todo es el Ejecutivo, afirma. Así que los poderes municipales y no pocos partidos políticos además de muchas otras instancias son reacios al cumplimiento de sus obligaciones. No se han permitido ver la ventaja de imagen que sería la incorporación del cumplimiento con la ley de transparencia como parte de su naturaleza en el caso de los primeros y de sus plataformas ideológicas, en el caso de los segundos.

Socialización, el eje de todo

Para Eleael Acevedo lo más importante en este momento histórico es el uso de diversas estrategias de difusión y socialización, pues a diferencia de la ciudadanización de los procesos electorales, la aprobación del derecho de acceso a la información pública no surgió como una exigencia ciudadana, por lo que la sociedad en general lo desconoce.

Explica: “Después del 88 y la caída del sistema, la sociedad y los partidos políticos entraron en una dinámica de exigir al poder político que entregara a la sociedad los procesos electorales, pero fue una demanda social que buscaba la legitimación de dichos procesos. Después del 2000, hay una inercia que provoca el reconocimiento del derecho de acceso a la información como un valor fundamental para la democracia, pero no viene de la sociedad, no es una demanda social, la sociedad no lo conoce, no lo tiene racionalizado ni como principio ni como algo teórico, mucho menos como un ejercicio”.

Es a partir de 2002 que empieza la aparición de las leyes de acceso como un efecto dominó, unas buenas y unas malas, dice el consejero, y añade que en ese momento los políticos empiezan a darse cuenta de que esto afecta su estilo en el ejercicio del poder y tratan de detenerla como sea: nombrando gente a modo en los órganos garantes o reformando la ley para hacerla más light o descafeinada, por ejemplo.

Hoy el Artículo sexto constitucional establece que el Estado mexicano debe garantizar el derecho de acceso a la información, que deberá darse respuesta expedita a los solicitantes y que deberá hacerse a través de órganos u organismos especializados e imparciales, y con autonomía operativa, de gestión y de decisión.

“Lo que necesitamos ahora para fortalecer el ejercicio del derecho de acceso y su incorporación a nuestra cultura democrática como un valor, es socializarlo, pero para ello no basta con darlo a conocer, sino que es necesario llevar los procesos de solicitud a escenas exitosas.” Dice Acevedo Velázquez.

Los expertos en el campo coinciden en que si los procesos de solicitud de información se alargan a través de mecanismos de impugnación como el propuesto por el Poder Legislativo y que contravienen el Numeral IV del Artículo sexto constitucional, la ciudadanía se abstendrá del ejercicio de este derecho, lo que obra en contra del desarrollo de la cultura democrática del estado y sienta un mal precedente en el país.

El estado de la transparencia

Luego de asegurar que no obstante estos avatares el órgano de transparencia de Morelos vive un panorama radicalmente distinto, el presidente del IMIPE recordó que durante sus primeros años de vida ese órgano autónomo enfrentó lo que denominó “intentos notorios y sistemáticos por evadir, contener, litigar o francamente obstaculizar” la aplicación de la ley mediante toda clase de acciones, desde la presión directa hasta un intento de asfixia presupuestal.

Destacó que en lo general ese órgano garante se encuentra ante una mayor disposición de cumplimiento por parte de los 116 sujetos obligados, aunque también es menester destacar las profundas reticencias para cumplir con la ley que tienen la mitad de los partidos políticos, los ayuntamientos y organismos paramunicipales.

Un dato ilustrativo es que durante el periodo informado se elevó en casi 200 por ciento el número de solicitudes debido al incremento sustancial del uso del sistema Infomex, herramienta que permite presentar solicitudes de información vía electrónica, con dicho incremento no obstante, se incrementaron los recursos de inconformidad interpuestos por los ciudadanos.

De acuerdo con los datos expuestos, otros factores que afectan al cumplimiento con lo dispuesto por la ley de acceso, es que los sujetos obligados no toman con seriedad la función de los titulares de las Unidades de Información Pública (UDIP), tienen en total abandono sus archivos, carecen de páginas web o están difícilmente disponibles al usuario y no responden o dan seguimiento a las solicitudes de información.

Acevedo Velázquez señaló que algunos de los sujetos obligados persisten en sus prácticas de resistencia y que incluso han desarrollado lo que denominó “novedosas argucias” mediante las que intentan posponer o anular sus resoluciones.

Un total de 3 mil 300 solicitudes de información fueron cursadas en el período, la mayoría de ellas estuvieron dirigidas a la UAEM, a los ayuntamientos de Cuernavaca, Jiutepec y Emiliano Zapata así como al Instituto de Educación Básica (IEBEM) además de la Procuraduría General de Justicia.

La mayoría de las solicitudes de información se enfocaron a temas o acciones que afectan directamente a la ciudadanía interesada como los cambios de uso del suelo, realización de obras y otros semejantes. Mientras que los temas a los que los sujetos obligados oponen más resistencia son los referentes a presupuestos, nóminas, gastos personales y de representación, gastos de telefonía o gasolina; no obstante, según el informe, la mayoría de las solicitudes han sido resueltas a favor de los solicitantes.


miércoles, 15 de julio de 2009

Yo lector

Tú, escritor (a)

Por Juan Pablo Picazo

Si estás leyendo esta columna es que de alguna manera perteneces al mundo del libro o has abierto un espacio para el libro dentro de tu mundo. Si estás leyendo esta columna quizá seas, como yo, un lector -o lectora, aquí el género es lo de menos- acaso seas una de esas personas que disfrutan de una lectura tanto como otros aman ir al cine, a jugar futbol o a bailar. Posiblemente seas de esos que se beben los libros uno tras otro. O quizá no eres tan amante de los libros y sin embargo mientras los lees tienes la sensación de que tú podrías escribir tu propia obra.

Antes de escribir, los autores más importantes de todos los tiempos fueron primero empedernidos, apasionados lectores. Algunos piensan que el siguiente, natural paso que debe dar quien lee con esa fruición es escribir su propio libro. Es cierto, se dice que no todos nacemos escritores ni todos poseemos los talentos, herramientas y cultura para tal empresa, pero también hay quienes tienen dichos atributos y jamás escriben o pintan o componen o se dedican a un arte cualquiera y en cambio los desarrollan de modo magistral en la industria, la ciencia, el deporte o el comercio.


Quien esto escribe siempre ha pensado que —autores o no— todos tenemos siemp
re algo digno qué contar ¿Se ha imaginado escribiendo su propio libro? Piénselo un momento. ¿Por qué lo haría? ¿Para qué? ¿Para quién escribiría usted un libro? ¿Sería una novela, un poemario, teatro o cuento? ¿De qué trataría? Acaso podría reunir en un volumen todos los cuentos que ha inventado para que sus hijos conciliaran el sueño cuando niños. Acaso una obra teatral que retrate cierto hecho trascendente que vivió o una novela basada en las anécdotas que otros le hayan referido. Mejor ¿qué tal su autobiografía?

En El libro vacío, —obra de Josefina Vicens que apareció por primera vez en 1958—, José García intenta escribir su propio libro. Sufre cada noche ante las páginas en blanco sin saber qué contar, qué escribir o si vale la pena hacerlo. Lo abruma la conciencia de ser un hombre común y corriente, la certeza de que la suya es una vida anodina, llena de vicisitudes domésticas, carente de dimensiones mitológicas, poblada apenas por una esposa, dos hijos y su rutinario trabajo de oficina.

Pepe García ha proyectado una obra destinada a no ver jamás la luz, ni siquiera a ser terminada. Sabe que no es un escritor, que carece de la técnica adecuada, que no tiene un tema trascendente y se tortura con ello en cada página de su cuaderno que cubre con el recuento de sus intrascendencias, de esas minucias diarias que juzga indignas de literatura. Escribir le duele y releer lo que escribió le duele más aún porque se juzga demasiado ignominioso como para semejante esfuerzo y cada vez que consigna algo en su cuaderno de borradores —tiene uno más, inmaculado y a la espera de la obra definitiva, decantada de todos sus apuntes— se arrepiente y se jura que no volverá a escribir, que romperá o quemará esos cuadernos en los que sólo consigna su vergüenza, su impotencia.

Así, en contarnos que no puede escribir un libro, confecciona una obra mágica, metaliteraria, metalingüística, en la que hace de lo imposible un monumento a la verdad universal que vive irremediable en la convivencia cotidiana de una familia. El libro vacío lleva paradójicamente dentro el cosmos, sus secretos y sus leyes revisitados desde la óptica de quien sólo atina a contar los escalones, reflexionar sobre los objetos viejos que se vuelven parte de la vida, de quien se asombra ante la sabiduría definitiva y natural de una esposa, de quien se sospecha tan pequeño que no podrá narrar sino la cargada suma de sus decepciones, de sus errores, sus preocupaciones, miedos, alegrías y penas personales.


Es una obra que encaja en algún punto con nuestras personalidades de gente común. En su lectura compartimos esa pequeñez irremediable que nos hace fuertes, nos damos cuenta de que si José García pudo escribir ese libro imponiéndose el freno a la pluma, las emociones, los tiempos y los temas, casi cualquiera no sólo podría, sino que estaría obligado a intentar su propia obra. Así que si estamos decididos, los mortales podemos escribir nuestra propia historia. Ya de inicio con un diario o un cuaderno de anotaciones simples en las que de cuando en cuando consigne hechos que considere trascendentes.


La verdad sea dicha nuestros libros comunes de gente común tendrían un solo propósito: confirmarnos quienes somos, dar cuenta de nuestra reflexión, dejar un testimonio del tiempo y el espacio que habitamos, retratar la perspectiva que tenemos de la gente con quien compartimos el viaje asombroso de la vida. Algo más, el tal libro nos dará también sorpresas y, si es bueno, podría incluso ser un trabajo de interés general.


En Cartas a un joven poeta, Rainer María Rilke escribe que la mera satisfacción de escribir es mayor que la de publicar un libro para captar el interés del público; es de hecho, el objetivo del arte. Si se atreve, una incursión en la aventura de escribir su propio libro podría bastar para darle sentido a su vida. Que alguna vez se publique, le guste a alguien, le dé fama o dinero, es cosa secundaria. Así pues escribir –como lo es leer— es lo importante.

sábado, 4 de julio de 2009

La vida en el envés

La niña vieja (II)

Por Saulo Tertius

La miro con calma, no sé a dónde me lleva su historia, mi ojo humano mira con atención su frente ornada de un fino sudor, la palidez de su blanco rostro. Mi ojo ciego percibe lo que ella vio entonces, aún no controlo esas facultades, me arrastra consigo como si pisara yo aquel pastizal a cuyo fondo se mira un bosque oscuro lleno de senderos que se antojan laberínticos y luengos, como hechos al propósito para matar toda orientación, toda certeza y toda esperanza.

La niña vieja no lo es tanto. El observador común dría que frisa apenas la década y media de vida, pero a estas alturas ha visto dos o tres ciclos solares más. Mira su café con asombro mientras se enfría y ella va de una palabra a la siguiente: — Cruzamos por aquella puerta, la opción era muy clara: entre la lluvia espantosa de nuestro jardín y el campo soleado que teníamos enfrente, elegimos el último.

La sigo mirando con azoro, la niña que es perfila una mujer sorprendente en un futuro muy cercano, no en balde algunos britano-hondureños de allende la frontera la miran y se hacen señas con esas manazas negras que corresponden a sus descomunales cuerpos mientras hablan en su anglo criollo. Ella no los mira, creo que tampoco mí, su vista está vuelta hacia el recuerdo y observa lo mismo que veo con mi ojo ciego: el campo soleado pasado el mediodía, la roca con la rara puerta abierta mientras su lebrel los vigila, soy un fantasma gris que observa la escena sin poder de arte o parte en ella.

Finalmente un gozque, el animal corre en medio de los dos hacia el bosque y los niños —ella lo es más en la visión— se lanzan veloces tras él, marcho tras ellos. Tras de mí la puerta se observa todavía, extraña por su presencia en la piedra desnuda, extraña por la casa que a través suyo se ve.

El perro no está por ninguna parte y viene la noche. No saben cuantas veces han virado a la izquierda o derecha, cuántas veces atravesaron un claro. Ya no se escuchan ladridos y el sol penetra con oblicua timidez entre los grandes troncos. Perdidos se mueven a medida que el calor del día se marcha, corren buscando las rocas, tratan de alcanzar la orilla del bosque, nocturnos murmullos se encienden poco a poco y les ciegan los oídos en los que persiste el martilleo de sus asustados corazones.

Han salido a un claro y un camino se mira ante ellos. Seguro es el suyo. Al fondo se observa un conjunto de rocas. Debe estar ahí la puerta, caminan ya sin prisas, la han encontrado y el temor se disipa, la única pesadumbre es haber perdido su perro, pero se prometen regresar a buscarlo. Un rugido se escucha a distancia en el bosque, aullidos responden, voces erizadas de susto surgen de la nada alrededor de ellos y claman: — ¡Ya! ¡ Corran! ¡Lobo Zacppai se acerca!

Inunda el terror los sus cuerpos y se lanzan en loca carrera buscando la puerta. No hay tal, en su lugar, una vulgar depresión en la piedra se burla de ellos y sus esperanzas. Se detienen y corren rodeando el roquedal por si la puerta se esconde en otro sitio. Las voces les urgen, les piden que corran sin detenerse.

Más lejos, el bosque, un lago pequeño, la isla en el centro. Hay que llegar hasta allá, les aconsejan las voces. “¡Lobo Zacppai teme a las aguas!”

Doménica y Enzo se alejan. Me detengo para ver quién es ese Lobo Zacppai y pasa como un rayo junto a mí. Es una negrura de olor nauseabundo, garras que arrancan la tierra y el pasto con cada zarpada. No puede alcanzarlos, los niños bracean desesperados hacia la isla del lago. Cuando han llegado, dolores aparte se alejan del agua y lo miran horrorizados.

La negrura bufa y aúlla moviéndose en círculos. Busca salientes de la isla que le permitan saltar, piedras en qué brincar, busca maderos para navegar. No puede mojarse, mete una pata y la saca asustado, prueba a saltar y se hunde en las ondas, aúlla angustiado y sale a la orilla. Quizá el miedo ceda una noche de estas. Hoy no.