viernes, 29 de enero de 2010

Amantes indecisos

Por Juan Pablo Picazo

Se acechan. Se lanzan anzuelos con los ojos esperando conquistarse. En medio de ellos se mueve el mundo, indiferente y mordaz; descontando días, traficando hartazgos.

Él va y viene con su carga cotidiana de palabras. Ella viene y va con el grillete de oro puesto entre los dedos, buscándose desde hace tiempo en un mundo donde sospecha haberse extraviado. Ambos siembran diario en corazones que no cuajan todavía.

Alrededor conspiran los otros sus aspiraciones cartesianas, cada ínsula con quien dialogan se imagina centro del universo, orillas los demás, en un concierto cuyo equilibrio está formado por miradas apenas, por nudos, cribas, manecillas y por papel fértil a la espera de las semillas entintadas.

Ella lo mira. Él no la ve. Ambos se sospechan. Ellos los observan sin saber nada a ciencia cierta, excepto lo que sol revela.

Y el tiempo se va con esa prisa suya que no perdona nada. Antes de tenerlo se habrá marchado, como siempre hace, ajeno a casi todas las cosas, atento a lo demás. A veces quiere ella seducir al reloj universal para ganar su voluntad y que los sueños sean cumplidos.

Ella coincide con su paso durante miles de estudiados y felices accidentes; él es cordial y camina sin abandonar la ruta que se ha trazado hacia un mundo que nace a diario pero sin repetirse.