jueves, 11 de agosto de 2011

Sueños en aproximación

Un regalo


Juan Pablo Picazo

Toma, te regalo mi voz
para que excaves con ella el aire
y rescates sus tesoros milenarios.

Es probable que salgan a la luz palabras
de sabiduría dudosa para los mortales,
si así fuera,
las envuelves y las guardas
donde tienes
lo que se conserva siempre
para defendernos de los malos tiempos.

Si en su lugar viniesen versos tristes,
aderézalos con un poco de tu sonrisa,
déjalos reposar la noche entera,
y si felices no amanecieren
dáselos por alimento
a los transeúntes grises
para que aligeren las cargas
de sus cuerpos sudorosos
y sus almas
llenas con los muertos que atesoran.

Si versos felices,
entonces colócalos sobre la mesa
para que perfumen nuestro tiempo
en la casa de entonces compartida
y sirvan más tarde como ungüento
para aliviar
tristezas simples,
o nostalgias complejas
que requieran además
de dos abrazos
y mil besos.

La vida en el envés

Devaneo

Por Saulo Tertius

Ya. Sí. He estado ausente desde muchas lunas hace de estas páginas. Lo sé. Pero mi ausencia ni siquiera abarca un sol completo. Mi condición de perseguido, no obstante, dificulta mi comparecencia ante ustedes; sobre todo ahora que el siniestro ministro del Interior de la República Citlalteca me tiene ubicado.

Llevo mucho moviéndome entre las puertas de San Manatí y eso me ha permitido burlarlos. Había ya abandonado la esperanza de escribir para La hormega, El Mercurio y otros medios de varios mundos, cuando el comandante Alcibíades Igareda Tezozómoc, Supremo Tlatohuani de la citada República Citlalteca, tuvo a bien amenazar veladamente con invadir a la República Maya, lo que ha bastado para la expulsión de todos los ciudadanos de ese lugar, diplomáticos o no, y el cierre de fronteras.

Por ahora pues, estoy seguro. Así que les cuento: estaba decidido a no escribir más en medios periodísticos, pues hay lugares desde los que resulta imposible el envío de estos materiales: el mundo-cárcel donde Lobo Zacppai estuvo durante eones, acechando inocentes, por ejemplo.

Tenía pensado, eso sí, trabajar en unas memorias que he venido aplazando desde hace mucho tiempo; y en ello estaba en mi casa de Gyganthar, una de las lunas de metal, cuando descubrí, mirándome medio oculto por una pila de libros, a un pequeño hombre de tez clara y rubicundas guedejas.

Al principio me sobresalté, pese a mi experiencia con los habitantes de los mundos paralelos; luego respiré con calma, y le hice ademán de que se acercara. Me miró con toda calma y, antes de cualquier cosa, se inclinó en una profunda reverencia y me dijo:

- Salud y paz a ti, Istar. He venido observándote desde hace doce reinos y al fin creo seguro que conversar podamos. Soy Riddensugh de Branestagg.

martes, 9 de agosto de 2011

Actividades