jueves, 12 de noviembre de 2009

La vida en el envés

Retorno

Por Saulo Tertius

Tiempo ha que mis letras no comparecen en las páginas de El nigromante y de La hormega, lo sé. Mea culpa. Debo argüir en mi descargo que no es fácil deambular de un mundo a otro en combates concatenados con el hombre-sombra-bestia que es Lobo Zacppai, a quien no puedo arrancar el hálito sin que se lleve muy mucho de mí mismo, pues su defunción significaría por fuerza la mía, ya que comparte la misma luz de que Luna’la, mi daemonium está hecha.

Hube de aguantar el embrujo de sombra que Cihuanicté lanzó sobre nosotros para sacarnos de San Manatí hace muchas lunas ya y ustedes saben la razón. Si acaso no la recordaran, la rememoro brevemente aquí con el deseo de que se enteren de lo sucedido desde la evasión de Lobo Zacppai, y la consecuente insistencia de las brujas del Clan de los manglares en escondernos a Doménica de Alcázar, la niña vieja; Luna’la mi loba gris y yo. Bien que me aprestaba para oponer combate, pero ya lo ven.

Y fue que desperté pasados unos cuatro ciclos de sol muy lejos de San Manatí, supe que ya no estaba en el cruce de puertas porque el aire acuoso no se me pegaba caliente a las ropas ni se percibía en el ambiente la posma antillana, tan omnipresente en la frontera sur de la República Centralista Maya.

Érase que estaba yo en el corazón de la República Citlalteca, irónicamente desde la ventana podía ver las pirámides de cristal y acero que en su tiempo mandara construir Alcibíades Igareda Tezozómoc para albergar la Ciudad de Mando, especie de Vaticano militar inscrito en el corazón de la vieja Quauhnáhuac, lugar en el que menos me buscarían los cazadores de Rosalío Pat Guerrero, responsable de mi exilio.

La gente como yo no está hecha del todo para el encierro; como cronicante a veces resulta fructífero para la obra personal, pero cuando te hacen saber que debes esconderte, se antoja transgredir las órdenes. Dice Cihuanicté que ya son seis clanes de brujas persiguiendo a Lobo y que sus mejores rastreadoras sólo han podido acercarse cuando ya ha causado alguna devastación.

Los ojos de Lobo Zacppai están sintonizados con mi ojo ciego, por eso le es tan fácil rastrearnos y por eso me obligan ahora a usar un parche que lo mantenga cerrado. No importa, porque si la sombra-bestia levanta el bezo y ventea, podrá seguir mis pasos hasta encontrarme tarde o temprano.

Luna’la se muestra impaciente, ella no sabe hacer vida de faldero. Aunque Cihuanicté me ha advertido que no debo salir por el doble peligro de Lobo Zacppai y los cazadores de Rosalío Pat, esta tarde saldré a recorrer las calles de Ciudad Tlahuica, la muy antigua de los árboles parlantes, seré otra vez un ciudadano suyo y me burlaré de todos los que me buscan. Y esta entrega publicada, es el primer paso.