jueves, 11 de agosto de 2011

La vida en el envés

Devaneo

Por Saulo Tertius

Ya. Sí. He estado ausente desde muchas lunas hace de estas páginas. Lo sé. Pero mi ausencia ni siquiera abarca un sol completo. Mi condición de perseguido, no obstante, dificulta mi comparecencia ante ustedes; sobre todo ahora que el siniestro ministro del Interior de la República Citlalteca me tiene ubicado.

Llevo mucho moviéndome entre las puertas de San Manatí y eso me ha permitido burlarlos. Había ya abandonado la esperanza de escribir para La hormega, El Mercurio y otros medios de varios mundos, cuando el comandante Alcibíades Igareda Tezozómoc, Supremo Tlatohuani de la citada República Citlalteca, tuvo a bien amenazar veladamente con invadir a la República Maya, lo que ha bastado para la expulsión de todos los ciudadanos de ese lugar, diplomáticos o no, y el cierre de fronteras.

Por ahora pues, estoy seguro. Así que les cuento: estaba decidido a no escribir más en medios periodísticos, pues hay lugares desde los que resulta imposible el envío de estos materiales: el mundo-cárcel donde Lobo Zacppai estuvo durante eones, acechando inocentes, por ejemplo.

Tenía pensado, eso sí, trabajar en unas memorias que he venido aplazando desde hace mucho tiempo; y en ello estaba en mi casa de Gyganthar, una de las lunas de metal, cuando descubrí, mirándome medio oculto por una pila de libros, a un pequeño hombre de tez clara y rubicundas guedejas.

Al principio me sobresalté, pese a mi experiencia con los habitantes de los mundos paralelos; luego respiré con calma, y le hice ademán de que se acercara. Me miró con toda calma y, antes de cualquier cosa, se inclinó en una profunda reverencia y me dijo:

- Salud y paz a ti, Istar. He venido observándote desde hace doce reinos y al fin creo seguro que conversar podamos. Soy Riddensugh de Branestagg.

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