viernes, 3 de octubre de 2008

La vida en el envés

Prospecto

Por Saulo Tertius

Yo, habitante de esta ciudad cuyo nombre ha enrevesado el autor de este blog en el que ahora colaboro, declaro que esta columna no viene de mano de columnista sino de la mía, que no lo soy como no soy cronista, ni redactor, ni periodista, ni cosa semejante o que pálidamente se parezca, sino un alguien que vive por ahí y vino de por allá, cerca de donde el mundo se acaba en el Río Hondo.

Otra aclaración pertinente es que este texto no habla de la realidad porque creo solemnemente en el hecho incontrovertible de que toda realidad es mentira o se sospecha al menos que lo sea. En lugar de hablar de cómo son las cosas en el haz del mundo, las relataré desde el envés, desde donde lo atestiguo todo. Entonces puede que creas que miento, pero no, son otras verdades las que yo conozco.

Tú, lector accidental (pues no creo que haya de otros en este blog y peor aún en esta sección), puedes llamar a esta urbe tropical como mejor te plazca. Mi anfitrión la llama San Manatí, pero como su nombre verdadero evoca fonéticamente el mal, yo la llamaré La última ciudad o Ciudad 983 atendiendo su prefijo telefónico. Ya nos vamos entendiendo, o por lo menos yo a mí si.

Así que aquí estamos, tú leyéndonos; nosotros, copados entre cielo y los ríos subterráneos; entre mar y selva. Ciudad 983 es la capital del estado que ocupa el décimo segundo puesto por lo que hace al rezago social y como ciudad, ocupa el sexagésimo lugar de las 60 ciudades más importantes por su desarrollo en este país lleno de narcos poderosos, presidentes temerosos y maestros salvajes. Cada quien con sus razones y sus fuerzas brutas en despliegue diario sobre quienes quedamos en medio de sus guerras de orgullo macho no resuelto.

Esta ciudad es irremediablemente partidaria de la soledad, sobre todo para los migrantes que están en pleno tránsito, ese estado puede ir de la dolorosa nostalgia de los primeros días habitándola a los veinte o más años de vivirla, conservando la propia identidad como condición de supervivencia, renunciando a la palabra tajador y conservando como un tesoro la palabra sacapuntas, por ejemplo.

Esos migrantes en tránsito se mueven entre los habitantes de la Última ciudad como fantasmas. Trabajan con ellos, viven entre ellos, conocen a sus hijos e hijas, acuden a sus fiestas, conversan y ven pasar el tiempo frente a la bahía sin apenas acoger su acento, sin adoptar sus expresiones, casi sin aceptar su comida, mientras miran estupefactos a la mitad de ellos vender y a la otra mitad comprar. A la mitad trabajar en el gobierno y a la otra mitad en los comercios.

Hay otros migrantes que superan el síndrome de Ulises sin problemas y mutan en caribes puros, afiliándose a todo, mimetizándose profundos, adoptando acentos, hospedando las palabras nuevas, bebiendo, yantándose el equívoco naturalísimo sobre el que la ciudad se funda. Se hacen sanmanatienses, aunque no lo sean ni los nativistas puros de apellido maya.

Por hoy basta de no decir, lo diremos más después.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ciudad 983, nada mas profundo que un analisis al mero estilo de la vida, creaciones en donde la fuga de las mentes y la energia de sus abitantes son cada dia mas pasivos y con parpadeos del mas lento movimiento de sus habitantes.

la clara vista de su ritmo de vida es un ejemplo de los que, divididos en dos partes gobierno o patron se reparten la vida con toda paciencia.

he notado que soy el primero en poder hacer un comentario espero sea un poco atinado, como ha dicho no he dicho nada, y mucho menos he podido ecribir nada, por tanto este escrito no cuenta como nada literario y mucho menos como comentario.

panteratorres. ericotorres.