miércoles, 24 de septiembre de 2008

La tragedia constante

Los mal educados o los sin educación, ¿quién está al mando?

Para estosdías, semanario de Quintana Roo

Para Gilbert Keith Chesterton, un escritor británico que vivió el tránsito entre los siglos XIX y XX, la democracia significa el gobierno en manos de quienes no tienen educación, mientras que la aristocracia es el gobierno ejercido por los mal educados.

México, nación que pasó del feudalismo de los encomenderos al republicanismo de los hacendados, y tras la revolución de 1910 a un sistema político en que se han sintetizado todos los vicios del poder y de la historia (de la izquierda a la derecha, el PRI como una idiosincrasia, imprescindible, eternizada como el ser nacional que representa), padece hasta el sol de hoy ambos males en un sincretismo cuyas contradicciones lo atenazan, lo enanizan, frente a las furias de la realidad.

La parálisis institucional, la impotencia, el desconcierto, he ahí la noticia diaria. Nadie sabe nada a ciencia cierta, salvo que la muerte se acumula, que el país se pierde y que todo se improvisa. El caos, las explicaciones taimadas, el extravío, son la medida de nuestra educación. Las elecciones vendrán y seguiremos eligiendo mal porque no sabemos elegir ni hay nadie por quien votar; alguien que fuese, capaz de pensar la educación como el sustrato de un cambio e intentara revolucionarla, a fondo, de manera radical, como la única manera de volver a respirar, de apagar el fuego de la pobre patria.

Los problemas del Estado mexicano contemporáneo para garantizar la seguridad, la salud y la educación, son consecuencia de una larga sucesión de regímenes encabezados por corruptos, impedidos y mediocres.

La caja de resonancia

Por las malformaciones de su crecimiento desmedido, frente a los intereses y las pugnas de poder –cuyo saldo ha sido el estancamiento de la vida pública-, Quintana Roo es una caja de resonancia donde los problemas de inseguridad, insalubridad e ignorancia prenden con mayor desenvoltura. Como el resto del país, pertenece a esa democracia cuya asamblea de electores ha sido formada por un sistema educativo de probada ineptitud que impide la emisión de un voto equilibrado y razonado. La consecuencia es ese círculo vicioso que se cierra en la elección de autoridades que reproducen el esquema y, claro, la espiral de los problemas, de sus saldos perniciosos.

En el contexto de la caprichosa, absurda rebelión magisterial, todos los fenómenos sociales que detienen, y que incluso dan en retroceso al desarrollo de Quintana Roo, se explican con terrible, lamentable claridad, pues la férrea resistencia a los exámenes de oposición, la indecisa participación de los maestros en el diseño de mecanismos que permitan una saludable evolución del sistema educativo nacional y su nula proclividad a aceptar la crítica, los han convertido en irrefutable factor de involución social.

Ellos, los educadores, “los hacedores de patria”, como se han considerado históricamente, responden a las críticas que su lucha es también una forma de enseñanza cívica para que los futuros ciudadanos reclamen su derecho. ¿A costa de qué cosa, sin embargo? ¿Cuál derecho? En principio el reclamo sobre las plazas de trabajo que ahora esgrimen es el secuestro de la oportunidad de otros para concursar por un puesto como profesores, lo que oxigenaría con sangre fresca, nuevas perspectivas y otras costumbres, el magisterio nacional, en lugar de envilecerlo, como ocurre ahora con la negociación de plazas a cambio de prebendas o dinero.

Esta supuesta enseñanza con el ejemplo de la lucha por los derechos cívicos es, pues, un grotesco espectáculo que el esclerótico dinosaurio magisterial pone en la escena nacional a costa del deterioro de la sociedad en su conjunto. Y si no, que nos lo digan entre otros los llamados “tigres asiáticos”, cuyos repuntes económicos se deben a la fuerte inversión y reestructuración realizadas en materia educativa; que lo atestigüen los chinos, su fuerza económica y sus recientes hazañas olímpicas, fruto también de sus reformas educativas.

Una de las agrias consecuencias de las fallas estructurales en materia educativa es que los sedicentes profesores no sólo se desempeñan en el ámbito de los niveles básicos y medios, sino en el superior. En la Universidad de Quintana Roo, por ejemplo, existen manzanas podridas que demeritan el esfuerzo conjunto de la comunidad universitaria, como los casos que ya en nuestro número anterior y el presente le mostramos. Donde aparecen catedráticos con presuntos niveles doctorales protagonizando vergonzantes causas personalistas ajenas a la excelencia educativa, o simulando conocimientos que son incapaces de avalar con fundamento teórico, lo que demuestra que ningún título cura la estulticia.

Pese al enojo de los padres de familia que amenazan con dar las clases ellos mismos -con lo cual, dicho sea de paso, hasta salen ganando los alumnos- y los tibios llamados a la cordura de diversas autoridades estatales, todo mundo está permitiendo que el magisterio se eche a la mitad del camino en esa terca actitud inamovible que precede al roznido exasperado, exasperante.

Los monstruos y la competitividad

Ya lo advertía Dennis Diderot en los tiempos de la Revolución Francesa, la insensibilidad produce monstruos. Elba Esther Gordillo es uno de ellos y es producto de la insensibilidad de más de una dinastía presidencial. La Gordillo, cacique descendiente de otros monstruos similares, enturbia con una sombra de cinismo el futuro de la educación mexicana y de la competitividad quintanarroense en el ámbito nacional e internacional.

Competitividad, ese robusto valor de nuestro tiempo globalizado, es uno de los temas vulnerables del entorno inmediato, como parece demostrarlo el Índice de competitividad de las ciudades mexicanas 2007, elaborado por la Secretaría de Economía del Gobierno federal y el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) -disponible al público en formato Pdf (Portable Document File) que puede ser descargado desde el portal electrónico: http://www.cide.edu/programas/Documento_INDICE_COMPETITIVIDAD_CIUDADES_Mex
_2007.pdf.

Entendidas como “los espacios de construcción de los modelos nacionales de desarrollo” según este estudio, las ciudades determinan la fortaleza de una nación porque “Un país con ciudades fuertes, equilibradas en su desarrollo, que generan un ambiente de bienestar y cohesión social, y que son capaces de insertarse en la nueva economía mundial, es un país que estaría logrando consolidar sus opciones de futuro y que poco a poco podrá multiplicar los beneficios hacia las zonas rurales y marginadas del territorio nacional.”

Bajo esta premisa, la debilidad de los espacios urbanos nacionales, su baja cohesión social, sus problemas estructurales, tienen efectos multiplicadores en cuanto a las posibilidades de futuro para el país, y en ese sentido los resultados del estudio científico realizado por Enrique Cabrero Mendoza, Isela Orihuela Jurado y Alicia Ziccardi Contigiani, investigadores los dos primeros del CIDE y la tercera del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, resulta revelador.

En dicho trabajo científico, donde se analizaron los indicadores económicos, socio-demográficos, urbano-ambientales e institucionales, para determinar la competitividad de cada uno de los principales 60 centros urbanos del país, las dos ciudades quintanarroenses más importantes, Cancún y Chetumal, ocupan los lugares 28 y 60 respectivamente.

Tal panorama es muy desalentador. Ocupar la retaguardia del desarrollo en el país es lamentable, sobre todo cuando Cancún es la meca del mercado turístico nacional y latinoamericano. En el indicador económico, mediante el cual se mide la riqueza generada, el nivel salarial, los activos disponibles, el perfil y el dinamismo del desarrollo y la actividad financiera, Cancún ocupó el sitio número 38 y la capital del estado el lugar 55.

En materia socio-demográfica, rubro enfocado a conocer el nivel promedio de vida, el nivel promedio de carencias, la estructura del empleo, el nivel de pobreza, el nivel de empleo formal, el desempleo y la criminalidad, entre otros, Cancún se ubicó en el sitio 32 y Chetumal en el 60. Los problemas de la zona norte del estado se opacan ante esa trigésimo segunda posición, pues lejos de la frialdad de los análisis numéricos podría aún ser peor.

Chetumal está en el sótano; la criminalidad crece irremediablemente asociada a la migración sin freno y de baja escolaridad, la presencia de mafias que trafican con indocumentados, y más aún la reciente adquisición de fenómenos asociados al narcotráfico como levantones, mensajes en mantas monumentales y ejecuciones.

Respecto al tamaño de la ciudad, la calidad de servicios en los hogares, la infraestructura y el uso de los servicios educativos, los servicios hospitalarios, la calidad ambiental y el indicador aproximado de seguridad pública, Cancún ocupó el lugar número 16 y Chetumal quedó en el sitio 58.

Y por último, el entorno institucional, relacionado con el nivel de autosuficiencia en las finanzas municipales, de subordinación a otros niveles de gobierno, capacidad de inversión pública del gobierno municipal, mecanismos de transparencia, mejora regulatoria y mecanismos, y calidad de planeación, Cancún llegó al lugar 28 y Chetumal al 52.

Estos resultados arrojan luz sobre el mar de sombras en que la capital de los quintanarroenses y Cancún están metidos, y que suele perderse de vista ante el auge turístico cuya ilusión hace suponer bonanza cuando el salario mínimo se encuentra en 49.50 pesos y pertenece al área geográfica C, inferior a las otras dos del país, lo que aunado al incremento diario de la población migrante que arriba demandando toda clase de servicios y satisfactores, encarece más la vida.

Los males endémicos

No terminan los males ahí, más bien apenas comienzan. Ya se había revelado que Centroamérica y el Caribe, después de África, constituyen la región del mundo con mayor incidencia de propagación del sida. Así se estableció durante la XVII conferencia internacional sobre el tema, desarrollada a principios de este mes en México.

Y no es sólo el sida. La falta de una adecuada educación sexual en Quintana Roo y la progresiva indigencia social, estimula las tasas más altas en la propagación de otras enfermedades de transmisión sexual –que debieran estar bajo control desde hace muchos años en un país con estándares educativos saludables- como la gonorrea, el virus del papiloma humano y la sífilis, de acuerdo con datos del CENSIDA.

Tal propagación se debe a que en Chetumal persisten muy marcados los estereotipos de género, los roles tradicional, atávicamente aceptados que condicionan la actuación mujeres y hombres, de acuerdo con el estudio Factores de Vulnerabilidad al VIH/Sida en jóvenes de Chetumal, Quintana Roo, presentado por la organización Population Services Internacional (PSI) México.

QR, ¿paraíso de seguridad?

Al paisaje anterior habrá que agregar la incertidumbre que priva en la opinión pública estatal, pues mientras el Índice de competitividad de las ciudades mexicanas 2007, el CIDE y la SE colocan a la capital quintanarroense en el lugar 58, de 60, en materia de seguridad pública, coincidiendo con la Encuesta sobre criminalidad y victimización que realiza el Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad respecto al carácter de “peligroso” que posee el estado, tanto el procurador general de Justicia de la entidad como el secretario de Seguridad Pública dicen que no es para tanto, que no pasa nada grave. De hecho el segundo dice que la situación al respecto es envidiable.

Pero ahí están las ejecuciones en ambas márgenes del Río Hondo, las narcomantas, las brutales muestras de sadismo advertidas en la criminalidad común -donde hay una participación de, justamente, niños en edad escolar, cuyo lugar debieran ser las aulas, los laboratorios, las canchas de las escuelas, y no los aquelarres de viciosos a los que concurren debido, entre otras cosas, a la falta de un magisterio interesado más en la educación que en enriquecerse con prácticas propias de la mafia.

Para el filósofo chino Kung Fu Tzu, mejor conocido en occidente como Confucio, gobernar es rectificar. En México hay mucha necesidad de tal trabajo. ¿Qué fortaleza aportan así nuestras ciudades al estado, al país? ¿De qué manera puede creerse que el modelo social, económico y político del régimen federal en turno funciona ante la multiplicación de las plagas? Los síntomas de la descomposición están a la vista, ¿cuánto tiempo habrá que esperar la acción conjunta y concertada antes que la tragedia social sea irreversible?



No hay comentarios: