miércoles, 29 de abril de 2009

Yo, lector

Un viejo muy señor con unos cuentos enormes

Por Juan Pablo Picazo

Gabriel García Márquez. Normalmente basta con escribir su nombre para haberlo dicho todo. Este fabulador es el escritor latinoamericano más notorio del siglo XX, aunque se ha colado al XXI con la fuerza de sus palabras, su modestia de cuerpo presente y la potencia del silencio que suele adoptar a veces en público, como ese de cuando asistió a los seminarios sobre el arte narrativo durante los festejos por los 80 años de Carlos Fuentes, celebrado en México hacia el último tercio de 2008.

Que va, esta vez no es así. Los cuentos de los que en esta entrega hablaremos son una región aparte, no pueden concebirse en el mundo que juntos habitamos. Son como un residuo de la magia macondiana, pues la mayoría fueron escritos entre 1968 y 1972, cuando Gabriel García Márquez transitaba alejándose de Cien años de soledad hacia la exploración de nuevas posibilidades narrativas, así que son un río que corre con trayectoria propia hacia cierto extraño mar llamado Caribe que no lo es, pero antes del cual forman uno solo que concluye en un delta: La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada.

Siete cuentos que comparten los escenarios del Caribe. Pero no el verdadero, sino uno colindante con algún mundo superpuesto, una “cochambre de indios” en que cielo y tierra, lo divino y lo humano, carecen de fronteras o bien las han perdido de manera que prodigio y rutina se mezclan, milagro y usanza son lo mismo. De esa mezcla surge una realidad alterna, en la que el autor se da el lujo de escribir lo que sea sin preocuparse lo más mínimo por la verosimilitud de sus historias, que el lector acepta sin importar lo absurdo de un mar oloroso a rosas o los milagros de Blacamán el malo.


El buque fantasma, el ángel atrapado en el gallinero, el político en campaña que se queda a morir en medio de la nada, el millonario vagabundo que gasta su fortuna inagotable en cumplir los sueños de la gente, la inmortalidad de Blacamán el bueno, la sangre verde de la abuela, las naranjas con corazón de diamante y el amor de dos pueblos costeros por un ahogado desconocido son grandes fuegos de artificio con los que viste su descarnada visión de la naturaleza humana: ambición, fanatismo, hipocresía, lujuria, vanidad, vesania, egoísmo, venganza y también generosidad, amor, libertad, cordura , verdad y mucho más.


Pero Gabo explora la naturaleza humana a través del artificio de la magia para atenuar lo cruel de las lecciones aprendidas. Por ejemplo, Blacamán el bueno es la crueldad más grande que se haya concebido en la venganza cuando sepulta vivo a Blacamán el malo, sólo para resucitarlo dentro de su tumba cuando finalmente ha muerto, donde lo deja morir nuevamente con la misma, reiterativa desesperación una y otra y otra vez, como una perversa forma del castigo impuesto a Sísifo.


No obstante hasta al mejor cocinero se le sala alguna vez la sopa. En Muerte constante más allá del amor titulo juguetón que parodia el gran poema de Don Francisco de Quevedo y Villegas, Amor constante más allá de lo muerte, aparece Laura Farina, cuya presencia fascina a los varones que habitan el texto y a no pocos que lo han leído. No obstante el personaje es tan débil que hacia el final, debe el autor explicitar adjetivos en su favor para dejar en claro lo que no cuajó ni con la trama ni con las descripciones, la llama: “mujer de belleza inverosímil” cuando antes la ha llamado “la mujer más bella del mundo”. Lástima. ¿Puede ser bella una mujer de ojos amarillos y proporciones masculinas? El autor dice que ha heredado los tamaños de Nelson Farina, su padre.


En fin, la pieza en cuestión no se salva ni por los otros fuegos de artificio como el coche refrigerado del senador, con su muy extraño color de refresco de fresa, los billetes que en su habitación vuelan como mariposas obsesivas, el hecho de que de él se diga que es el Blacamán de la política (lo que abre uno de los muy comunes vasos comunicantes de uno a otro cuento de un cuento a las novelas y aún entre estas que convierten la obra de GGM en un solo grande libro), el cinturón de castidad, los acarreados y otras trampas de la política tercermundista que no dejan de llevar el germen de la crítica social.


Y aunque los entusiastas dicen que este libro inaugura un nuevo García Márquez y yo creo que tal intención no tenía, pues en él transita ante los ojos del lector la misma pluma de Cien años…, lo que tampoco está mal, lo malo es que pretendan hacernos creer otra cosa. Vargas Llosa tasa la diferencia en el fraseo largo que caracteriza estos cuentos, pero ya estaba presente en obra anterior. Así y todo, esta obra es recomendable para quienes se han quedado en la embriaguez del libro mayor del colombiano mayor y quieren “curársela” con un poquito más, es casi el residuo de esa magia y por ello tiene su gracia inmejorable, cómo no.


Libro excelente, huelga decirlo, contiene los cuentos Un señor muy viejo con unas alas enormes, El mar del tiempo perdido, El ahogado más hermoso del mundo, Muerte constante más allá del amor, El último viaje del buque fantasma, Blacamán el bueno, vendedor de milagros y por supuesto el que le da nombre y es el más célebre de todos. La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada.

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