martes, 1 de diciembre de 2009

La vida en el envés

La viandante

Por Saulo Tertius

Por supuesto que siento el horror derramándose en mis venas como lo demanda el caso. Cuando una situación así se avecina, Luna’la siempre me gana el paso con el pelo erizado y las garras y las fauces bien dispuestas para el combate, esta vez no. Mi daemonium se oculta detrás de mí encogiéndose tanto como puede. Entonces la veo.

Está sentada en una mesa apartada del café en que suelo almorzar, desde que decidí retar al Estado Citlalteca paseándome a descubierto por el centro de su capital pese a ser un hombre marcado por todas sus milicias y cuerpos policiacos. Está ahí con una boina estilo francés sobre su recortado pelo, la camiseta de algodón, y unos shorts llenos de bolsillos como de niña exploradora. Me mira con inocencia. Luna’la gruñe detrás de mí.

No todos los días conoces al diablo.

Cualquier otro pudo haber caído de inmediato en la trampa de sus ojos dulces, verdes y luminiscentes; de su grácil figura de muchacha recién entrada en la edad adulta; de esa voz juvenil y esa ropa desenfadada. Yo no. Bajo esa atezada piel se escondía un alma vieja y desencantada, una voluntad fuerte y poderosa, una mujer que ha combatido contra hombres y arcángeles por igual

Lucas me había hablado de ella alguna vez cuando, siguiendo la pista de un oscuro libro, atravesó las puertas y se topó conmigo. Terminé poniéndolo en el rastro correcto, de manera que regresó a su propio mundo buscando siempre el modo de consultarme para conseguir volúmenes que aquí se tienen por mero papel impreso y que de donde viene se pagan a precio de oro y son llamados incunables. Yo poseo muchos de ellos y guardo otros que no deben ser visitados por ningunos ojos nunca más.

Se levanta y me saluda con hastío. Pregunta por Cihuanicté y sonríe de lado al inquirir si sé algo sobre la salud de Lobo Zacppai. Me siento amenazado y tengo el cuerpo tenso, como listo para embestir, ella debe entender mi pensamiento porque dice: — No tendrías oportunidad. Deja eso que vengo en son de paz.

Levanta su mochila y esparce algunos volúmenes delante de mí. Observo los títulos y sé de qué se trata: todos hablan del diablo. La observo y antes de que pregunte, me dice: –Hago limpieza, borro los caminos, cierro las puertas. Escucha Saulo, es menester que guardes los libros. Los tiempos se acaban, los plazos se cumplen, es tiempo de tomar partido y no todos los hijos de la primera rebelión pelearemos en el mismo bando durante la guerra que viene.

Casi no la entiendo, habla mezclando los idiomas que ha aprendido desde el principio de los tiempos. Le explico con calma que he dejado momentáneamente el exilio, que la biblioteca secreta está lejos, que no puedo ir y venir tan fácilmente a San Manatí.

Ella asiente y ordena: – Busca a Cihuanicté, ella sabe lo que debe hacerse, es tiempo de enfrentar a Lobo Zacppai o seguirás siendo apenas un medio brujo. Sus palabras me hielan y confunden, deseo demandarle una explicación y me amarra la lengua con un gesto. Se marcha, Luna’la permanece echada a mis pies, como vencida.

1 comentario:

Unknown dijo...

tenia muchas ganas de saber en que acababa, espero haber ayudado en algo
felicidades por el blog y lo que escribes en el

laura guerrero velez