miércoles, 9 de septiembre de 2009

La vida en el envés

Lobo Zacppai, transterrado

Por Saulo Tertius

Cada día me asomo a la belleza y a la luz, y he aquí que me pertenecen de modo inevitable. Todo es mío bajo el sol; campo y cielo, mar y montaña, incluso las sonrisas que se guardan y las que generosamente se prodigan, todo en absoluto. La sombra y sus orillas, la negritud sin cuento del cielo nocturno y su profundidad cósmica abismándose sobre nosotros, sin embargo, me persiguen. Hace tiempo que debía consignarlo para que mis lectores de El Nigromante, La hormega y otros medios lo supieran porque ello es una condición imprescindible de mi trabajo como cronicante en el cruce de los mundos.
Lo escribo aquí porque con Cihuanicté ha llegado el sobrecogimiento: Lobo Zacppai está libre. Ella nada dice, ha llegado silenciosa a mi mesa en la taberna de Grangaznate, padre de Gargantúa, y mientras Ganzachona le sirve un tarro de esas bebidas florales que sólo ella y sus hermanas beben, me mira con los ojos llenos de desconsuelo. Me veo arrastrado hacia el mundo-bosque donde Doménica de Alcázar y los otros niños estaban prisioneros y miro las brujas recorrerlo todo, siguiendo las indicaciones de los árboles ha bitados por las almas de los niños que fueron sometidos al horror.
Mientras cerca de nosotros Dáidalos y Don Alonso de Quijano debaten una vez más sobre el número de ángeles que pueden danzar en la cabeza de un alfiler, mi ojo ciego me lleva a la caverna de Lobo Zacppai que Cihuanicté y Damahora encontraron y las miro alzar sus crises translúcidos en un acto de defensa; la bestia sombra se impele sobre ellas y huye hiriendo de gravedad a Damahora y lanzando a Cihuanicté hacia un socavón insondable donde todo se difumina.
El mundo vuelve, mi ojo ciego nada ve de nuevo. Cuando voy a pedirle más detalles, veo que Holly Golithly ha regresado al pueblo y se sienta discreta dos mesas más allá sin despegar de mí la mirada. – ¿Quieres dejar de ver a esa arpía errante? Me espeta airada Cihuanicté y añade: – Te estoy mostrando algo importante.
Sucede de nuevo. Mi ojo ciego se abre a otra luz lejana, la mortecina de los bosques del último mundo asolado por Lobo Zacppai y veo a mi Bene Gesserit favorita salir de la negrura del pozo con ayuda de sus hermanas y regresar a San Manatí con Damahora y Laremissa lastimadas. Tras un apagón de la memoria que recorro, vislumbro un día nuevo en el bosque-prisión de Lobo Zacppai y observo los hallazgos de las brujas. Ese hombre-sombra transformó el lugar en una trampa para los niños de todos los mundos. Grabado en la tierra encuentran un mensaje en runas: el horror nocturno al que fueron a dar caza ha robado una de las llaves maestras y ahora se mueve a su antojo.
- Puede estar en cualquier parte, Saulo. Dice Cihuanicté y me mira con recelo. Añade: – Has de estar muy pendiente. Por ahora, las siete tribus más cercanas de sirenios, las doce cohortes de los homo equus de la selva y los otros clanes de hechiceras nos ayudan a vigilar las puertas. Especialmente tú has de guardarte, no salgas a las calles de San Manatí, puedes morir. Dice esto y señala hacia Luna’la, mi fiel loba daimonion de quien por cierto hace mucho tiempo nada les he contado.
Es comprensible, Lobo Zacppai es una aberración, un daimonion que mató a su humano arreglándoselas para no morir con aquel crimen infame. Nadie sabe con exactitud cómo lo hizo pero se volvió muy poderoso. Su nigromancia le ha dado poder.
Añade cosas sobre mi protección Cihuanicté, pero ya solo pienso en Luna’la mi loba gris y el modo de escapar de Lobo Zacppai, pero las brujas han cerrado los puertos y las puertas y no se me permite partir, me habla de una escolta que afuera está esperando y de medias extremas mientras su hermandad da caza al fugitivo, dice que probablemente irá a ocultarse un tiempo a las ciudades interiores como Tsath, Tannit y Oot-Nargai, que me mantenga alejado de ellas y que ya los mandoblianos de Ventira le buscan en las entrañas de la tierra.
Así que debo aguardar desaparecido, primero los matones de Rosalío Pat y el Partido Anillo Citlalteca, ahora este espantajo.
- Tú y Luna’la deben salir por la puerta trasera, sigue al comandante de tu guardia, yo me encargo de La viajera.
Estoy por decirle que un cronicante nunca se esconde, que charlaré con la viajera del viejo Capote y que enfrentaré mi destino, pero me toma del hombro y todo se ahoga en la nada.

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